lunes, 6 de diciembre de 2010

...Y SENTIRSE NIÑO




En la NOCHE inefable del CINCO de ENERO nuestro comportamiento va impregnado de comprensión y humanidad. Es un fenómeno que sucede, una actitud "anormal" a la cual no estamos avezados y nos llena de singular extrañeza. ¿ Por qué esa sonrisa abierta, sincera en nuestros labios llegada esa NOCHE precursora de la Epifanía? ¿Por qué ese invitar a nuestros semejantes a la concordia, a la armonia, a la amistad? ¿Por qué ese cambio radical? ¿Por qué si existe un resquicio de bondad en nuestro espíritu lo encubrimos y sólo lo manifestamos en esa NOCHE? Esto evidencia que en nuestro ente no existe sólo maldad, traición e hipocresía. Es algo más. Algo qué en un recóndito lugar está apartado de nosotros, tratando de evitar que salga a la luz. Como si el practicar el bien, la solidaridad, el "hacer al prójimo lo que tú quisieras para ti" estuviese vedado por no sé que ley. ¡Con lo elemental que sería... sonreir!
Cuando nuestros corazones se invaden de sana alegría, viendo a nuestros hijos gozar de la Cabalgata de Reyes, con esa sencillez peculiar, con ese sello original que todas las personas en un desvelo constante la llevan a cabo, nos encontramos exultantes, felices, emocionados. Entonces en tropel brotan en nuestra mente la evocación de la niñez, cuando fascinados, absortos, contemplábamos la brillantez de su desfile y su fulgurante cortejo.

En el rostro curtido del hombre, por el caminar de los tiempos, surge sigilosamente alguna lágrima traidora que se desliza por su arrugosa mejilla y trata disimuladamente de eliminar. En su mirada profunda, diáfana, deja entrever esa comprensión, ese amor que durante el resto del año ha ocultado. Esta metamorfosis se debe sin duda al aroma que exhala el espectáculo excepcional, pleno de fantasía y belleza que se percibe en esta NOCHE de la ILUSIÓN en el marco incomparable de la Serranía Onubense.

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