miércoles, 5 de octubre de 2016

TIEMPO SERVICIO MILITAR "MILI"




   Este verano pasado he estado en el Norte de África disfrutando de aquellos tiempos lejanos donde hice el Servicio Militar. Más de cuarenta años habían transcurrido desde que me licenciaron. Parece que fue ayer cuando en el pabellón de destino del Cuartel de Regulares núm.02, desde donde habíamos efectuado nuestra actividad encomendada durante un período de dos años, nos hallábamos todos llenos de emoción, nerviosos y si atrevernos a decir una palabra.

   Esperábamos la orden de nuestro superior para recoger el petate y la maleta de cartón y dirigirnos al Puerto Marítimo de Melilla, desde donde el barco pondría rumbo a la Península Ibérica.
Más de sesenta compañeros y amigos nos dimos un abrazo de despedida sin saber si el destino nos uniría de forma fortuita otra vez con ellos. Emoción, algunas lágrimas furtivas y sentimiento por dejar a compañeros que hicieron de la “mili” una parcela de tu vida muy notable: saber convivir, compartir, actuar con generosidad, ayudar en el plano psicológico a compañeros que habían dejado su hogar por vez primera y la añoranza les decaía. Ahí estaba un soldado para paliar esa pesadumbre de nostalgia y melancolía.
    En el terreno militar la vida, tomándola con filosofía, resulta interesante y prometedora. Estás alejado de tu familia, no obstante al cabo del tiempo has creado otra familia paralela con otra entidad que es merecedora de todo elogio. Si te hacía falta un bollo de pan porque te lo habían sisado allí estaba alguien que te ofrecía otro o lo compartía contigo.
Los paquetes de alimentos que nuestra familia nos enviaba (tardaban vía Correos diez días en llegar a su destino) se organizaba un festín para degustar los manjares, suculentos y sabrosos manjares que hacían las delicias de todos nosotros. Con todas estas circunstancias nos sentíamos felices. Quisiera hacer constar que con las travesuras de soldados, “niños grandes” reservábamos nuestro bollo escondido para evitar que te lo hurtaran debajo del colchón de las literas. Cuando íbamos a recogerlo nos llevábamos la grata sorpresa que “vecinos” de gran tamaño estaban merodeando por las ranuras del bollo. ¿Qué nombre tenían estos asquerosos insectos?
¡Chinches...! Insectos de cuerpo aplastado maloliente y de color rojo oscuro que chupa la sangre humana. ¡Tenías hambre! Cogías el pan y con un fuerte golpe sobre el suelo salían corriendo los intrépidos insectos. Ulteriormente te lo comías con el convencimiento que estabas inmunizado a cualquier ataque ¡Dios estaba a nuestro lado librándonos de toda posible infección!
    El Cuartel pese al tiempo transcurrido presentaba un buen aspecto. Un teniente de Infantería me mostró las instalaciones, incluido el Museo Militar. Hicimos un recorrido durante dos horas donde disfruté de lugares entrañables como la cantina. Allí nos reuníamos para tomar una copa de vino
“peleón” (nuestro peculio particular consistía en DOS pesetas diarias y se volatizaban al momento) y desgranábamos anécdotas e historias que nos hacían divertir.
    No teníamos pesetas para gastarlas en cualquier capricho pero teníamos un excelente rancho que te hartabas de comer. Ilusión, esperanza, humor  y buena salud no te faltaban.
    Antes de finalizar esta glosa quisiera tener un recuerdo muy entrañable de un teniente de Regulares, que compartió la pieza de Reclutamiento en Almería, nuestro teniente HERRERA, persona fiel, íntegra y plena de bondad que fue vilmente asesinado por la banda terrorista ETA. (R.I.P.)

Un día otoñal donde las hojas de los árboles se tornan color ocre. Preludio de un invierno que según datos de la Agencia Estatal de Meteorología se presenta benigno y abundante lluvia.
Cinco Octubre Dos mil dieciséis.