Resulta
curioso pero científicamente se ha constatado. Los ebrios, los
dependientes del alcohol nunca reconocen que lo están. Es unos de
los síntomas, entre otros, del reconocimiento de esta lacra que
invade parte de la sociedad.
Sin apenas percibirlo el afectado de alcoholismo está minando el
hígado y el páncreas. Las funciones de estos órganos se van
deteriorando de forma silente, de ahí su ignorancia de la
enfermedad. Se cree que su salud es aceptable y no le importa seguir
ingeriendo el líquido letal. Los estragos del alcohol pueden ser
graves y muchos de ellos irreversibles. El alcoholismo es una
enfermedad crónica y progresiva. Se caracteriza por una dependencia
emocional, produce daño cerebral y finalmente la muerte.
Los
síntomas son diversos. Temblores. Obesidad abdominal. Sudoración.
Náusea. Estreñimiento. Dolor de cabeza. Frecuencia cardíaca
acelerada. Lentitud mental, carente de ilusión y fatiga
generalizada.
En
lo que respeta al físico el resultado es palmario. Mirada lánguida,
perdida. Prematuro envejecimiento. En la parte inferior de los ojos
van surcando arrugas extendiéndose al resto del rostro. El alcohol
va haciendo mella. Se siente “vencedor” ante el daño mortífero
que está causando. En síntesis, una persona con cierto índice de
observación se da cuenta del individuo que ha comenzado la carrera
de la frustración de su vida: El ALCOHOL.
Un
dato que resaltar. Según (OMS) Organización Mundial de la Salud,
20.000 personas fallecieron por esta causa en el año 2014 en
nuestra Nación. En el mundo desaparecen por esta causa 2.000.000 de
personas.
EL ALCÓHOLICO NUNCA RECONOCE QUE ESTÁ BORRACHO.