
La vida es una constante preocupación. Es el aliño, hablando en términos culinarios. No tendría aliciente, motivación que todo se nos diera sin esfuerzo. Es como aquél que la fortuna le ha prodigado con un premio suculento. No va a tener ningún interés en reservarlo para el futuro. Lo más inmediato es hacer proyecto, viajes, juergas, fiestas y consumirlo lo antes posible. "Total para que otros (refiriédose a los hipotéticos herederos) lo disfruten lo hago yo" diría con énfasis.
Pero cuando lo que posees es a base de trabajo arduo, de esfuerzo, de sacrificio se valora mucho, muchísimo, por las gotas de sudor que se han derramado para su consecución. Entoces, antes de invertirlo, lo reflexionas...
Así, la vida tiene otro sabor. Merece la pena vivirla, con sus vicisitudes adversas, ¡quién diría que no! pero con la satisfacción interior que tu patrimonio más o menos importante ha sido cosechado, elaborado con perseverancia e intensa actividad. Reconociendo a ÉL todo lo que nos ha donado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario