miércoles, 30 de octubre de 2013

SU CANARIO AMARILLO

                  

 ¡Hola, Héctor!

Sé que estás a mi lado aunque tu presencia física no sea visible. Percibo, tengo el conocimiento de la realidad a través de los sentidos. Tú jamás te fuiste para siempre. Tu presencia envuelve esta estancia y me invita a escribirte esta misiva y lo hago con el convencimiento que el mensaje lo captarás como una reminiscencia a nuestra amistad.
Aún no habías cumplido los cuarenta años. Tu nombre no decía absolutamente nada a la opinión pública. Un nombre más en el listado de ciudadanos que configura este país. Un ente que pasa desapercibido al carecer de relevancia en esta sociedad mediática. No estabas adscrito al mundo del cine, televisión ni al mundo de la política. Mejor para ti porque así no te verías sumergido en la corruptela, en la degeneración ética de ciertos partidos que soportamos con paciencia e indiferencia. ¿Qué otra alternativa nos queda? Pues, contribuir con nuestros tributos e impuestos al mantenimiento de esta estructura corrompida. Tú eras sencillamente eras una persona de bien que soportabas con entereza , con gallardía, una patología definida como carcinoma. Sin eufemismo: ¡Cáncer! ¡Maldita enfermedad!
Te habías sometido en varias ocasiones a intervenciones quirúrgicas para extirparte el tumor que invadía tu cerebro. El post-operatorio era doloroso, cruel. Transcurrido unos meses reaparecía con más virulencia el germinar de la semilla maligna. La ciencia médica era impotente ante esta enfermedad. Carecía de armas para atajarla. El equipo médico a tus requerimientos, te hicieron saber que tu caso era irreversible. Tu vida se extinguiría en el transcurso de unos días. Aceptaste con valentía el veredicto: muerte inminente. Tomaste la decisión de abandonar todo tratamiento terapéutico y esperar con entereza al advenimiento de tu desaparición.
En los albores de una mañana cristalina, diáfana del mes de abril, en el ecuador de una primavera en ebullición preñada de flores multicolores con aroma de azahar, rosas y jazmines, donde el Astro Rey emerge calladamente y una brisa acaricia el entorno, nos abandonaste para siempre. Tu perfil humano pleno de sencillez perdurará entre nosotros. Con voz débil, pero segura y consciente de lo que pensabas, dijiste...”si te llegas a encontrar en circunstancias análogas a la mía, la espera del final la afrontas con filosofía. No te arredres. No te acoquines. Todo ser humano tiene que atravesar este trance. ÉL, nos tiene reservado otra vida ignota, plena de gozo, de felicidad...”
Hiciste multitud de amigos. Viviste intensamente todos los segundos de esta vida gratuita que Dios nos dona. Nos pediste que colmáramos nuestra existencia de amor, mucho amor. ¡Qué generosidad por tu parte, Héctor...!
Destacaba en el círculo de tus amistades, tu incondicional, tu confidente, tu leal compañero: un pájaro cantor originario de Canarias, amarillo, de cola larga y alas puntiaguda, TU CANARIO. Él supo como fiel compañero estar siempre a tu lado, en la adversidad y en los momentos felices. Aceptó con estoicismo el proceso de tu dilatada enfermedad con sonrisa dulce y candorosa. Sin desfallecer un momento. Cuando te encontrabas deprimido, desolado, él con sus gorjeos, quiebros y trinos te hacia reflexionar que había que luchar y no derrumbarse. La única terapia que te resultaba eficaz y te impulsaba a seguir viviendo y caminar por la senda de la ilusión. Su amigo el canario nunca había disfrutado de libertad. Siempre enjaulado y ahora le ibas a ofrecer la oportunidad de disfrutarla.
El día precedente a tu final, presintiendo que se aproximaba, liberaste de los barrotes de la jaula a tu fiel compañero. Tu deseo era que gozara de libertad ahora que tú emprendías el viaje sin retorno. Seguro que volvería a la estancia donde tantas jornadas había convivido contigo y con sus trinos reclamaría tu presencia. Sus “llamadas” serían inútiles. Te habías ido para siempre.
Desde esa Plataforma Eterna donde te encuentras, te pedimos nos dé valentía para ser como tú.
¡Gracias, Héctor!



2 comentarios:

  1. Decirte que me ha gustado mucho, es una historia que llega y además esta muy bien narrada. Lo único que deberias pulir según mi humilde opinión, es que cuando te centres en una idea, no te salgas de ella para no desviar la atención del lector. Es decir, empiezas hablando de Hector y lo haces muy bien, y luego, sin venir a cuento, te sales un poco y te pones a criticar la sociedad en la que vivimos (esto sería innecesario según mi opinión y no aporta nada a la historia de Hector). Y luego vuelves a entrar en la historia hablando de nuevo de Hector y de su máldita enfermedad, terminando con un canto a la libertad gracias a la inclusión de un simil magistral que haces comparando la liberación que siente Hector al terminar su enfermedad con la liberación de su canario al salir de la jaula.
    Enhorabuena.
    Rafa.

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  2. Muy bien, tu narración dulcifica lo que es realidad una autentica tragedia como es la muerte de una persona en la flor de la vida y ademas de una enfermedad tan cruel. A.M.M

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